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La sabiduría de los finales: cerrar con conciencia para abrir con presencia

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El otoño siempre nos invita a detenernos. La naturaleza comienza su proceso de retirada: los árboles sueltan lo que ya no necesitan, la luz se vuelve más suave y los días se acortan.Y, queramos o no, ese mismo movimiento se refleja en nosotros.


Desde la sabiduría ancestral nórdica, este tiempo marca un umbral entre el ciclo de la vida y el de la muerte, entre la acción y el descanso. No como algo dramático, sino como parte del equilibrio natural. Cada final es, en realidad, una forma de orden: el momento en que lo viejo deja espacio a lo que está por venir.


Samhain: el umbral entre mundos


En la tradición celta y nórdica, Samhain representa el cierre del ciclo agrícola. Era el momento en que las comunidades recogían la última cosecha, honraban a sus ancestros y se preparaban para el invierno, cuando la energía vital se vuelve más interna.


Simbólicamente, Samhain nos recuerda tres cosas fundamentales:


  1. Todo ciclo necesita un cierre consciente. Sin cierre, no hay integración ni renovación.

  2. Soltar no es perder, es hacer espacio. La naturaleza no acumula; recicla.

  3. Parar es necesario para la regeneración. Es en los periodos de quietud donde se gesta lo nuevo.


Cerrar con conciencia no significa “romper” o “borrar”, sino reconocer lo que ha cumplido su propósito y dejarlo descansar con respeto. En la tradición nórdica, este periodo viene asociado a tres runas se abriría con Wunjo, seguido de Hagalaz y Nauthiz.


Wunjo, Hagalaz, Nauthiz

Estas nos invitan a celebrar las cosechas conseguidas durante este año, prepararnos para las inclemencias imprevistas que están por venir y que nos ayudaran a acabar de soltar y vivir este periodo de carencia que nos ayuda a diferenciar muy bien deseos de necesidades.


Cerrar para poder abrirse a lo que está por venir: transformación sin prisa.


En la visión nórdica, los procesos naturales nunca son forzados.El ciclo de la vida fluye de forma orgánica: siembra, crecimiento, cosecha y reposo. Cada etapa tiene su momento y la madurez llega cuando se acepta el ritmo natural de las cosas.


Wunjo nos explica la importancia de celebrar lo conseguido, no basta con conseguirlo, hay que hacerlo consciente y celebrarlo, si no entramos en un ciclo sin sentido de conseguir un objetivo y sentirnos vacíos porque aún no hemos conseguido el siguiente.


Hagalaz nos enseña que a veces lo que vivimos como una desgracia nos nutre y nos renueva, nos saca de nuestra zona de confort y nos obliga a avanzar y crecer. Como el granizo que genera desastres, pero al mismo tiempo nutre la tierra y la ayuda a desprenderse de lo que ya no es necesario.


Nauthiz nos prepara para un periodo de carencia, en el invierno que esta por venir la naturaleza entra en un ciclo en el que aparentemente todo se para, no hay frutos, no hay cosecha, pero no debemos olvidar que en esa quietud aparente todo está preparándose para volver a resurgir. Es un momento de diferenciar deseos de necesidades reales y de aprender que dar y recibir son en realidad una misma acción.


Podemos aplicar esta sabiduría en la vida cotidiana:


  • No se trata de cambiarlo todo de golpe, sino de ajustar lo necesario.

  • De dar un paso cada día con más conciencia, en lugar de exigir resultados inmediatos.

  • De cultivar la paciencia activa, esa que no se rinde, pero tampoco se acelera.

  • De celebrar cada pequeño logro porque ha sido importante para nuestra evolución.

  • De poder ver la parte positiva de cualquier evento adverso.

  • De tomar conciencia de qué es lo que necesitamos realmente y estar dispuestos a dar y recibir.


En este sentido, la filosofía Kaizen encaja perfectamente con esta visión de la vida adaptada a los ritmos naturales: una mejora del 1% cada día es más poderosa que un impulso esporádico. Ambas visiones coinciden en que la transformación verdadera es acumulativa y orgánica, donde vemos desastre y carencia hay regeneración y abundancia verdadera.


Rituales sencillos de cierre


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No hacen falta ceremonias complejas para honrar un final. En las culturas antiguas, el ritual servía como una forma de darle cuerpo al proceso interno, de anclar lo invisible en lo tangible. Hoy podemos recuperar ese sentido con gestos sencillos:


  • 🕯️ Enciende una vela y dedica un momento a agradecer lo que este año te ha aportado, incluso lo difícil.

  • ✍️ Escribe en un papel qué parte de ti está lista para descansar o transformarse, y quémalo con respeto.

  • 🧹 Limpia un espacio físico, como símbolo del espacio interior que se libera.

  • 🌬️ Antes de dormir, respira tres veces y repite: “Honro lo que termina. Confío en lo que viene.”


El valor del ritual está en la presencia, no en la forma. Un gesto consciente, repetido con intención, puede transformar mucho más que una acción automática.


Cerrar con conciencia, abrir con presencia


El cierre de un ciclo no es un punto final. Es una transición: el paso necesario para entrar en otro modo de estar. En la sabiduría nórdica, el invierno no se ve como un tiempo muerto, sino como un periodo fértil para la introspección. Solo quien se recoge puede volver a florecer.


Este otoño, te propongo una práctica simple:


Dedica unos minutos cada día a observar qué estás sosteniendo por costumbre, y qué podrías soltar con gratitud.

Honrar los finales no es mirar atrás con nostalgia, sino mirar adelante con claridad. Cuando cierras con conciencia, abres espacio para presenciar lo que realmente eres, más allá del ruido y de la prisa.



 
 
 

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