Disfrute y sufrimiento: dos caras de la misma moneda
- Alex y Diana
- 6 oct
- 2 Min. de lectura

En nuestra cultura solemos asociar la espiritualidad con estados de calma, paz y disfrute. Sin embargo, rara vez se habla de la otra cara: el sufrimiento.Ambos, disfrute y sufrimiento, son experiencias inevitables de la vida humana y, lejos de excluirse, están íntimamente relacionados.
La relación entre disfrute y sufrimiento
Desde una perspectiva psicológica y neurocientífica, las mismas redes cerebrales que nos permiten sentir placer son también las que registran el dolor. Es decir, nuestra capacidad de experimentar disfrute está vinculada a la misma sensibilidad que nos permite percibir el sufrimiento.
En términos espirituales, esto significa que cuanto más nos abrimos al disfrute, más nos abrimos también a la posibilidad de sufrir. Y viceversa: si bloqueamos el dolor, inevitablemente limitamos también nuestra capacidad de gozar.
Podríamos decir que el umbral del disfrute y del sufrimiento son proporcionales: a mayor capacidad de sentir uno, mayor capacidad de sentir el otro. Esta apertura no solo amplía nuestra experiencia emocional, sino que también expande nuestra consciencia y nos acerca a una vivencia más plena de la realidad.
El papel de la espiritualidad

La espiritualidad no consiste en negar lo humano, sino en abrazarlo en su totalidad.Cuando rechazamos el sufrimiento, creamos resistencia; cuando lo incluimos como parte de la experiencia, podemos integrarlo y transformarlo. Lo mismo ocurre con el disfrute: al vivirlo de forma consciente, lo convertimos en un acto sagrado que honra la vida misma.
En este sentido, tanto el placer como el dolor se convierten en caminos hacia una mayor consciencia, hacia un “sí” más profundo a la realidad tal cual es.
Ejercicio práctico: ampliar el umbral de sentir
Te propongo un ejercicio sencillo para comenzar a integrar esta visión en tu vida cotidiana:
Siéntate en un lugar tranquilo y cierra los ojos.
Lleva tu atención al cuerpo. Nota si hay alguna sensación placentera: calor, comodidad, suavidad de la ropa, apoyo del asiento… Permítete disfrutarlo, aunque sea pequeño.
Después, lleva la atención a una zona de tensión o incomodidad. Observa sin juicio, sin querer cambiar nada. Respira suavemente hacia esa zona.
Alterna entre ambas sensaciones: placer e incomodidad. Percibe cómo tu cuerpo puede sostenerlas a la vez, sin necesidad de rechazarlas.
Termina agradeciendo la capacidad que tienes de sentir: lo agradable y lo incómodo.
Este ejercicio entrena la apertura al disfrute y al sufrimiento como parte de un mismo continuo, recordándote que tu cuerpo y tu consciencia tienen espacio para todo.
Conclusión
Disfrute y sufrimiento son dos caras de la misma moneda. Ambos forman parte de la vida y, al abrirnos a sentirlos con presencia, nos acercan a una espiritualidad más encarnada, más real y más consciente.
Quizás la pregunta no sea cómo evitar el sufrimiento ni cómo atrapar el disfrute, sino:👉 ¿Estoy dispuesto a sentir la vida en toda su amplitud?




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